La vida en la Tierra ha estado varias veces amenazada de extinción, pero hoy comenzamos a entender que esos episodios catastróficos han tenido un papel determinante en el camino que ha recorrido la evolución hasta nosotros.
Lo que somos en este planeta se lo debemos a las sucesivas estrategias que la vida ha desarrollado para sobrevivir a los continuos cataclismos que han devastado el planeta.
Hace 4600 millones de años, la Tierra era muy distinta a como es hoy. Estaba rodeada por una espesa capa de nubes, las cuales daban al cielo color escarlata, color que también adquirían los océanos que ocupaban la totalidad de su superficie; aún no existía ningún continente.
Otra diferencia remarcable era su tamaño, apenas tenía una décima parte de su tamaño actual y su situación también era muy diferente: giraba alrededor del Sol en compañía de unos 20 protoplanetas, de tamaño similar, los cuales ocupaban el espacio hoy ocupado por Mercurio, Venus, La Tierra y Marte. Esta zona tan abarrotada estuvo inalterada durante unos 10 millones de años en los que los protoplanetas seguían tranquilamente su curso. Sin embargo, el efecto combinado de sus fuerzas gravitatorias comenzó a perturbar sus órbitas provocando las primeras colisiones. Con la violencia del choque los protoplanetas entran en fusión, engendrando un nuevo cuerpo cuyo tamaño es la suma de los dos protoplanetas. El tamaño de un planeta está directamente relacionado con el número de protoplanetas que lo han engendrado. Siendo así, Mercurio fue formado por dos protoplanetas, Venus por ocho y Marte probablemente sea un antiguo protoplaneta que no sufrió ninguna colisión. Respecto a La Tierra, fue formada por una decena de colisiones, cuya última fue la más determinante y espectacular. Esta colisión expulsó grandes cantidades al espacio de rocas en fusión, que posteriormente la fuerza gravitatoria de la Tierra se encargó de concentrar. Sin embargo la colisión no fue frontal, por lo que mucha cantidad de esta materia fue dispersa a una mayor distancia donde permanecieron orbitando durante mucho tiempo alrededor del planeta. Vistos desde la superficie debían formar un inmenso cinturón parecidos a los famosos anillos de Saturno. Las rocas que formaban este anillo fueron colisionando entre sí aumentando de tamaño hasta que finalmente alcanzaron su forma final, La Luna.
Esta colisión fue determinante ya que si el protoplaneta hubiese impactado de otro modo quizá jamás hubiera existido nuestro satélite o incluso podría tener el doble de su tamaño actual, habiendo cambiado de forma drástica la historia de la Tierra.
Esta colisión fue determinante ya que si el protoplaneta hubiese impactado de otro modo quizá jamás hubiera existido nuestro satélite o incluso podría tener el doble de su tamaño actual, habiendo cambiado de forma drástica la historia de la Tierra.
Toda esta serie de casualidades han permitido a la Tierra alcanzar un tamaño “perfecto”, ya que gracias a su masa, la gravedad era suficiente para sostener océanos y una atmosfera. Este hecho es observable en Marte, con un tamaño mucho menor. En Marte hubo océanos y atmosfera, pero su débil fuerza gravitatoria no permitió la permanencia de estos. Es por ello que debemos estar agradecidos de esta serie de casualidades, si no nuestro mundo tal y como lo conocemos jamás habría existido, ya que si la Tierra tuviese un tamaño similar a Marte, ahora sería un planeta muy parecido al planeta rojo.
Al poder permanecer durante mucho más tiempo los océanos, hubo la posibilidad de que en el corazón de éstos se originase la vida. Pero, ¿a qué se parecían las primeras formas de vida que aparecieron en la Tierra?, ¿quiénes eran nuestros primeros antepasados? Hace pocos años se encontró dicha respuesta en Groenlandia. Es aquí donde se han encontrado los restos de vida más antiguos del planeta, localizados en un macizo volcánico con más de 3800 millones de antigüedad, estando sumergido en un vasto mar por aquel entonces. Se trataban de entidades de no más de una centésima de milímetro de longitud, muy similares a las bacterias de hoy, descubiertas por el análisis de unas rocas con restos de carbono, siendo el carbono de origen orgánico. Estos pequeños “seres” son nuestros primeros antepasados, nuestros padres.
Pero no todo iba a ser un camino fácil. El tamaño de la Tierra también es algo perjudicial. Su mayor fuerza gravitatoria también produce una mayor atracción de asteroides y un aumento de impactos. Y fue uno de estos impactos el que cambió de nuevo el rumbo de la vida y de nuestro planeta hace 4000 millones de años, pero la intensa actividad tectónica de nuestro planeta hace tiempo que borró el más grandes de sus cráteres, algo que no ocurre en la Luna, la cual no tiene actividad tectónica y por ello podemos apreciar todos los impactos que ha recibido.
Pero el hecho de que podamos apreciar claramente los cráteres de la Luna no quiere decir que ésta reciba más impactos, nada más lejos, la Tierra ha recibido 25 veces más impactos que la Luna. Y lo más sorprendente aún, se cree que la Tierra ha podido sufrir seis impactos de meteoritos de más de 500 km de diámetro. Para hacernos una idea, se trata de un objeto de 500 km de diámetro que viaja a 20 km/s y se inmoviliza en 20 segundos liberando toda su energía.
En el siguiente video podréis ver una maravillosa representación de uno de esos impactos perteneciente al documental El Planeta Milagroso II, utilizando como modelo la Tierra actual, para que podáis así comprobar de forma más clara sus efectos.
En este video, el punto de impacto se encuentra en el centro del Pacífico. La velocidad del asteroide es de unos 72000 km/h pero su enorme tamaño hace que parezca que todo se desarrolle a cámara lenta. Por el efecto del impacto la corteza terrestre, de unos 10 km de espesor, se despega del manto produciendo lo que se conoce como un crash tsunami, un maremoto de la corteza terrestre. La fina película blanca son los 4000 metros de profundidad del océano. Dicho tsunami devasta todo lo que encuentra a su paso y millones de toneladas de rocas gigantescas son proyectadas a una gran altura, a varios miles de kilómetros de la superficie, antes de que caigan sobre la superficie con una gran fuerza. Los labios del cráter están conformados por una cadena montañosa de 7000 metros de altura, y el propio cráter es un enorme golfo de magma de 4000 km de diámetro. Y tan sólo han transcurrido unos minutos del cataclismo…
La temperatura alcanzada en el momento y en el lugar del impacto es de unos 4000ºC, temperatura similar a la de la superficie del Sol. Esta temperatura provoca que la roca se evaporice generando enormes cantidades de vapor de roca, siendo este elemento uno de los más peligrosos y con mayores consecuencias tras un impacto. Cien mil millones de megatones de roca convertidos instantáneamente en calor por la energía liberada por la colisión. Tras inflarse formando una cúpula, esta masa de vapor de roca se aplana y se extiende en todas direcciones. Apenas tres horas después del impacto, una masa de vapor de roca de 4000ºC de temperatura a una velocidad de 300 m/s alcanza el Himalaya. Las altas temperaturas provocan una combustión instantánea de todo lo que se encuentra a su paso. Sólo 24 horas han faltado para que el vapor de roca rodee todo el planeta, cubriendo la Tierra durante todo un año. Los océanos también son afectados, entrando en ebullición y haciendo descender el nivel del mar a un ritmo inimaginable de 5 centímetros por minuto hasta que desaparecen completamente. El suelo oceánico queda al desnudo, empezando a fundirse muy deprisa. Los océanos antes formados por grandes cantidades de agua ahora son vastas extensiones de roca fundida.
Cuando ocurrió esta colisión debió desaparecer completamente la vida, y a pesar de todo nosotros estamos aquí…
La explicación la pódeis encontrar aquí.
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