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La más importante extinción masiva que se ha dado sobre nuestro planeta acaeció hace 250 millones de años en el periodo Pérmico y que acabó con el 95% de los seres vivos tanto en la superficie como en los océanos, y gracias a esta extinción una nueva especie animal entraría en escena: los mamíferos. Y es que los mamíferos somos el resultado evolutivo de un periodo de destrucción proveniente del interior de la Tierra. ¿Porqué somos vivíparos en lugar de ovíparos?

La respuesta comienza en un periodo en el que el clima se asemeja al que podemos encontrar en las zonas tropicales, con unas temperaturas elevadas constantes a lo largo del año y húmedo, dando así paisajes dominados por espesos bosques que daban una atmósfera muy rica en oxígeno. Estas condiciones climáticas provocaron la predominancia de los reptiles-mamiferoides o terápsidos, nuestros antepasados, los cuales constituían las criaturas más grandes sobre la superficie, mientras que una especie de subreptiles conocidos como diápsidos, de muy escaso tamaño y situados más abajo en la cadena trófica que los terápsidos. Más tarde darían lugar a los dinosaurios.


Arcosaurio, ejemplo de diápsido (arriba) y Cinodonte, especie de terápsido (abajo).
Un exagerado aumento de temperatura y una gran disminución del oxígeno atmosférico fueron los culpables de semejante masacre. En Siberia se han encontrado pistas sobre este desastre. Debajo de un yacimiento petrolífero se halló una capa de lava solidificada cuatro veces más amplia que el territorio español con un grosor de cuatro kilómetros. Todo procedente de una sola erupción volcánica. La cantidad de lava fue diez mil veces mayor que la expulsada por un volcán durante un periodo de 10000 años.

Basándose en el volumen de magma se ha reconstruido la erupción, llegando el resultado mucho más allá de lo que nadie podría imaginar. En la explosión inicial el magma ardiente alcanzó entre 2000 y 3000 metros de altura, diez veces más alta que las grandes erupciones observadas en la época moderna. Grandes barreras de fuego se extienderon por la meseta siberiana. Ríos incandescentes engullieron los bosques siberianos. Fallas tectónicas de 100 kilómetros de grosor que se extienden a lo largo de otros 1500 kilómetros eran el camino que el magma encontraba para abrirse paso a la superficie. 

 Extensión de los materiales volcánicos del Pérmico en Siberia.
La intensa actividad en el interior de la Tierra se debió a un superpenacho, que consiste en la caída de material del manto al núcleo terrestre, ascendiendo esa materia más caliente a la superficie y generando un abombamiento. Pero esta erupción sólo fue el detonante de una serie de acontecimientos catastróficos que acabaron con la práctica totalidad de la vida en la Tierra.

La erupción liberó 40 millones de toneladas de CO2 provocando un efecto invernadero que provocó la fusión del hidrato de metano congelado en el fondo de los océanos. El metano es un gas de efecto invernadero 20 veces más potente que el dióxido de carbono, elevando la temperatura en la Tierra en torno a 8º C en el ecuador y 25º C en las regiones polares. Esto convirtió a nuestro planeta en un verdadero horno. Pero eso no fue todo…la presencia de otros gases en la atmosfera provocó un descenso brutal del oxígeno, dando lugar a un aire muy denso muy difícil de respirar.

Nuestros antepasados, milagrosamente, pudieron sobrevivir a esas condiciones, pero para ello debieron de adaptarse a tales dificultades. Mejoraron su sistema respiratorio. La caja torácica que antes ocupaba todo el torso pasó a ocupar únicamente el pecho, propiciando la aparición del diafragma y aumentando así la eficacia de la respiración en los pulmones. La rarefacción del oxígeno durante los 100 millones de años posteriores al cataclismo propició también el cambio de reproducción ovípara a vivípara. Con este cambio las madres podrían proteger de los peligros exteriores y alimentar directamente a las crías mediante la placenta, con un aporte constante de oxígeno, al contrario de los seres ovíparos, estableciendo una relación directa entre madre e hijo. 

Eomaia scansoria, primer mamífero placentario que se conoce.
Pero para poder llegar a ser lo que somos fue necesaria otra extinción masiva más, la extinción de los dinosaurios, siendo ésta la oportunidad que tendrían nuestros antepasados para ocupar un planeta por conquistar. Los humanos debemos agradecer la herencia del sistema respiratorio, ya que gracias a él hemos desarrollado un cerebro voluminoso el cual consume el 20% del oxígeno que respiramos, y que nos llevaría a ser lo que hoy en día somos.


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